viernes, 19 de julio de 2013

ILUMINAR NO ES ALUMBRAR

Siempre hemos sabido que preparar una sesión de fotos es una labor compleja, que requiere de una planificación igualmente compleja para conseguir un resultado óptimo, de manera que la luz esté en su sitio y los modelos queden perfectamente iluminados por los flashes correspondientes. Esto puede ser verdad en muchas situaciones, pero no siempre. Y es que para iluminar no se necesita toda la luz disponible para que nuestro retratado quede bien. Dependerá de cada situación.
Esto que estoy diciendo es una obviedad para los entendidos, pero no para los profanos en la materia. Para ellos, una fotografía que no esté bien alumbrada, valga la expresiónes decir, que parte del cuerpo o de su rostro no quede visible, es sinónimo de perversión estética y, por tanto, la foto está mal hecha.
En realidad, la luz es la que describe el tiempo, el espacio y el sentido estético de la imagen fotográfica. Y según sean nuestras necesidades, dispondremos de ella como queramos para construir nuestro discurso. Un ejemplo claro de este uso deliberado de la luz, está en el cine negro de los años 40 del siglo pasado. En ella, los directores, alentados por la corriente Expresionista, usaban el claroscuro para escenificar ambientes tenebrosos y caracterizar a los personajes, que siempre eran comúnmente corruptos y miserables.



Néstor Díaz

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